La cantidad de datos que generamos cada segundo no deja de crecer. En esta era del Big Data, donde millones de archivos, registros y documentos digitales circulan constantemente, saber gestionar la vida útil de la información es tan importante como protegerla. Pero, ¿qué ocurre cuando esos datos dejan de ser necesarios? La destrucción segura de la información se ha convertido en una prioridad estratégica para cualquier organización responsable.
El Big Data no solo se caracteriza por la cantidad de datos, sino también por la rapidez con la que se generan y la diversidad de sus formatos. Esta combinación hace que mantener bajo control la información sea todo un reto. A mayor volumen, mayor exposición a brechas. Y cuanto más rápido se acumulan los datos, más fácil es perder el control sobre lo que ya no se necesita. Es por eso que los tres desafíos del Big Data es el Volumen, velocidad y vulnerabilidad.
No todos los datos deben conservarse para siempre. De hecho, la información que ya no es relevante para el negocio o que ha superado su periodo legal de retención puede convertirse en un riesgo. Cada archivo innecesario almacenado es una puerta abierta a posibles fugas, accesos no autorizados o sanciones por incumplimiento normativo. Ignorar la correcta eliminación de datos puede tener consecuencias graves:
No todos los datos son iguales ni requieren el mismo nivel de protección, pero muchos comparten un riesgo común: pueden ser explotados si no se eliminan correctamente.
Se trata de toda información que puede identificar directa o indirectamente a una persona. Esto incluye:
El Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) impone la obligación de no conservar esta información más allá del tiempo estrictamente necesario. Cuando ya no es útil ni legal retenerla, debe eliminarse de forma segura para evitar vulneraciones de derechos fundamentales.
Más allá de la información de carácter personal, las empresas también manejan datos sensibles que pueden comprometer su operativa o su ventaja competitiva:
Este tipo de documentación debe destruirse conforme a procedimientos controlados que garanticen la imposibilidad de reconstrucción o acceso no autorizado.
En entornos de Big Data, los sistemas analíticos suelen generar grandes volúmenes de datos temporales, copias intermedias o resultados desechables. Aunque no siempre contienen información crítica, pueden volverse peligrosos si no se gestionan correctamente. El problema radica en su acumulación silenciosa: quedan en servidores, discos o respaldos donde nadie los vigila. Por eso, su eliminación programada debe formar parte del ciclo de vida del dato.
El RGPD establece que los datos personales deben conservarse solo durante el tiempo estrictamente necesario. Esto implica que, una vez cumplido ese plazo, deben ser eliminados o anonimizados. No hacerlo puede suponer sanciones que alcanzan millones de euros.
Además del RGPD, existen otras normativas específicas que complementan la seguridad y destrucción de la información:
La responsabilidad de eliminar los datos de forma segura recae principalmente sobre el responsable del tratamiento, es decir, la entidad que decide cómo y para qué se usan los datos. También debe intervenir el encargado del tratamiento, que es la empresa o profesional que trata los datos por cuenta del responsable.
Ambos deben establecer políticas internas claras, aplicar medidas técnicas y organizativas eficaces, formar adecuadamente al personal implicado y asegurarse de que, en caso de externalizar el servicio de destrucción, el proveedor elegido esté debidamente certificado y ofrezca garantías documentadas de cumplimiento normativo.
Algunas técnicas simplemente ocultan o borran el acceso a los datos, pero no los eliminan del todo. Otras, en cambio, destruyen el soporte físico para que sea imposible recuperar la información. Elegir el método correcto es clave para evitar riesgos legales y de seguridad.
La eliminación lógica es el primer nivel de destrucción de datos. Consiste en borrar la información digital mediante comandos o software que impide su acceso o la sobrescribe. Algunos ejemplos comunes son:
Estos métodos pueden ser útiles para usuarios domésticos o empresas que gestionan datos poco sensibles. Sin embargo, su gran limitación es que los datos pueden ser recuperados mediante herramientas especializadas si no se aplican correctamente. Por eso, en entornos empresariales o cuando se trata de información confidencial, la eliminación lógica por sí sola no es suficiente.
Cuando lo que se busca es una destrucción irreversible, la mejor alternativa es actuar directamente sobre el soporte físico que contiene la información. Algunos de los métodos más comunes y eficaces son:
Estos sistemas son obligatorios en sectores que manejan datos especialmente sensibles, como salud, defensa, entidades bancarias o instituciones públicas.
La elección dependerá del tipo de datos, la sensibilidad de la información y la normativa aplicable. En general, para datos personales o confidenciales, lo más prudente es optar por métodos certificados y combinados (eliminación lógica + física).
En el contexto actual, no basta con destruir los datos: hay que poder demostrar que se han eliminado correctamente. Aquí es donde entra en juego la trazabilidad. Contar con un proceso documentado y verificable es esencial para responder ante auditorías, inspecciones o posibles incidentes de seguridad
Es un documento emitido por una empresa especializada que acredita que los datos han sido eliminados de forma segura, conforme a la normativa vigente. Sirve como respaldo ante auditorías y como prueba documental en caso de inspecciones o litigios.
Para que una organización pueda demostrar que ha eliminado los datos conforme a la ley y las buenas prácticas, debe contar con:
Estas evidencias son clave para pasar una auditoría de protección de datos o responder ante una posible denuncia por mala gestión de información.
Subcontratar la destrucción de datos a un proveedor especializado no es solo una cuestión de comodidad, sino una garantía. Estas empresas utilizan herramientas certificadas, siguen protocolos estrictos y emiten documentación válida en caso de inspección.
A la hora de elegir un proveedor:
Una buena elección no solo reduce riesgos legales, también refuerza la confianza que clientes y colaboradores depositan en la organización.
No. Borrar un dato puede hacerlo accesible nuevamente mediante herramientas de recuperación. Destruir implica que ese dato es irrecuperable por completo.
Podrías enfrentarte a sanciones importantes según el RGPD, además de acumular riesgos innecesarios de fuga o acceso no autorizado.
Sí, pero debe hacerse a través de herramientas seguras ofrecidas por el proveedor. Es fundamental que garanticen el borrado completo y permanente del dato.
Dependerá del volumen, tipo de soporte y nivel de seguridad exigido. Es una inversión mucho menor que el coste de una fuga o sanción por mala gestión.